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FUTURO - Suplemento de Ciencia de Página 12

Sábado 1ero de setiembre 2001

La experiencia del café científico francés

Ciencia y croissants

Por Pablo Jensen *

“¿Pero con qué derecho está usted hablando de las lenguas africanas? Si ni siquiera es capaz de tomarse un trago conmigo hablando en mi idioma, el senegalés... ¿Cómo puede pensar que va a entender realmente nuestra lengua? ¿No será que su ciencia es una especie de racismo, un invento del hombre blanco para impedir que recuperemos nuestras sabidurías ancestrales?”
Silencio molesto en el Bartholdi, el café del centro de Lyon que es sede desde hace cuatro años del primer ciclo de café científico de Francia. Según parece, este tema del lenguaje viene movidito... Pero bueno, el especialista en idiomas africanos está ahí, porrón en mano a dos mesas del senegalés; y alguna explicación va a tener que encontrar para tratar de justificar la pertinencia de su ciencia. Después de todo, sus viajes a Africa y su sueldo se los pagamos nosotros, así que tenemos derecho a saber para qué sirven sus investigaciones. Tras un breve instante de reflexión, el científico toma un trago de cerveza y luego la palabra: “¿Piensa usted que un especialista en botánica tiene que saber cultivar todas las plantas que estudia? En realidad, no necesita ser un buen jardinero para clasificarlas, para entender su evolución y sus parecidos con otros tipos de plantas. Un lingüista está exactamente en la misma posición: puede entender muchas características de las lenguas, por ejemplo la gramática, sin por eso saber hablarlas”.
Segundo silencio en un Bartholdi lleno de caras pensativas. Evidentemente, las relaciones tan complejas entre conocimiento abstracto y sabiduría práctica rebasan nuestra discusión de esa noche. Se trata de un problema recurrente desde que se inventó la escritura y con ella la “razón gráfica”, como bien lo apuntó el antropólogo inglés Jack Goody en su famoso libro. En todo caso, los cafés científicos permiten un diálogo sin tabúes, sin preguntas idiotas, donde los investigadores pueden tratar de justificar su enfoque del mundo. No basta con declararlo “racional” para otorgarle respetabilidad (¡y presupuesto!). También se debe justificar su pertinencia para el conjunto de la sociedad, y en términos accesibles.

Discutir para decidir
De esta manera, las discusiones en los bares contribuyen a formar una visión más adulta de las ciencias. Tomar un café con aquellos misteriosos investigadores permite conocer sus dudas, sus límites y el carácter profundamente humano de las ciencias. La sociedad no quiere saber más de esas ciencias frías y seguras que nos enseñaron en la escuela: quiere discutir con los investigadores de los resultados de las ciencias y de sus consecuencias. De esta voluntad de diálogo nacieron en estos últimos cuatro años más de veinte cafés científicos en diferentes ciudades de Francia y Europa. En Lyon, creamos una asociación de ciudadanos e investigadores que organiza los cafés y trata de desarrollar nuevas fórmulas de diálogo. Para hacer participar a otros tipos de público y también para profundizar el debate sobre temas que no pueden ser tratados en las dos horas del café. Un ejemplo de lo primero son los “cafés juniors” que se llevan a cabo en colegios: los alumnos eligen un tema relacionado con las ciencias (la química del amor, las drogas, etc.), se documentan con la ayuda de los profesores y luego se genera una discusión con algunos investigadores en el restorán del colegio. Ya van dos años de cafés en las escuelas y los jóvenes están entusiasmados por esa visión más abierta, más humana de las ciencias que –al menos en Francia– se enseñan generalmente de manera un poco cuadrada...
La segunda de las iniciativas de nuestra asociación fue las “conferencias ciudadanas”. Nos sirvieron de inspiración, para profundizar en algunos temas, las conferencias de consenso dinamarquesas que son toda una institución en ese país y permiten que la gente decida sobre temas de sociedad que implican cuestiones científicas. Se trata de un miniparlamento de ciudadanos representativos de la población que son formados a la ciencia básica pertinente para el problema en cuestión y luego votan para decidir. Por ejemplo, los daneses han decidido de esta manera no usar radiaciones para conservar las papas, mientras en Francia las utilizan porque “expertos” decidieron que no era peligroso. Estamos tratando de aplicar este tipo de decisión a nivel local, sobre temas que preocupan a los habitantes, como por ejemplo la calidad del agua o las radiaciones que emiten las antenas de los celulares.
Todas estas iniciativas constituyen “experimentos” para aprender a pensar colectivamente sobre cuestiones científicas tan importantes para el conjunto de la sociedad como el cambio climático o los avances de la biotecnología. Es importante que todos, expertos y neófitos, participen de las decisiones. Nos toca encontrar maneras de hacerlo democráticamente.

* Pablo Jensen (jensen@dpm.univ-lyon1.fr) es argentino pero vive en Francia desde 1978. Es investigador del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique, equivalente del Conicet) y fundó el café Sciences et Citoyens de Lyon en 1997. Publicó recientemente un libro de divulgación “realista” sobre la física de la materia, Entrer en matière, que será próximamente traducido al español. Además, Jensen participó como moderador invitado del café científico porteño sobre cosmologías (ver edición de Futuro del 21/7/2001).